The large-headed sedge, Carex macrocephala, covers every open, sandy spot on the south end of the dunes at Oyster Bay. I usually stay well out of its territory; its greenish flowers borne on ankle-high stalks have no petals, just vicious spikes. Sharp spikes, painful to touch, even gently. Ripe, the brown perigynia (seed pods), are stiffer, and have teeth along the edges, helping them cling to your socks and pant legs. And the spikes are tougher, and as sharp as needles.
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Carex macrocephala flowers. |
But I have them to thank for the Savannah sparrows I saw among the logs and dune plants. Now, in the fall, the sedges have shed their perigynia and the wind has carried them to the previously "safe" trails across the dunes. One touched my foot — one touch is all it takes — and quickly wormed its way through the sock and into the shoe. It felt like walking on a glass splinter. I had to find a log and sit to take off my shoe and sock, find and remove the spike. A slow process; that barb wanted to stay put.
So I saw the birds. Sparrows and robins and juncos, mostly, flitting and hopping among the end-of-season, scruffy dune plants and grasses that fill the spaces between logs. When I cross the dunes on other days, always hurrying to get to the shore, the birds lay low until the invader has gone. Now they must have decided I was safe, and came out to play.
Still not camera-ready; active little birdies, they are.
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Robin, grasses, and dried Queen Anne's lace. And logs. |
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La juncia de cabeza grande, Carex macrocephala, llena cada espacio libre en el extremo al sur de las dunas de Oyster Bay. Normalmente, yo evito pasar por allí; es peligroso. Las flores verdes de esa juncia no tienen pétalos; en cambio, llevan espinas feroces. Espinas puntiagudas que lastiman con solo tocarlas. Y que se alzan a la altura de tus tobillos. Ya maduras, las periginias (vainas con semillas) son más tiesas, tienen dientes a lo largo de la vaina, lo que les ayuda agrarrarse de tus calcetines y tus pantalones. Y las espinas son más fuertes, y tan afiladas como agujas.
Foto: flores de Carex macrocephala.
Pero les tengo que agadecer por haberme permitido encontrar gorriones sabaneros entre los troncos y las plantas en las dunas. Ahora que estamos en otoño, las juncias han dejado caer sus periginias y el vienot las ha esparcido en los sitios que antes se consideraban "sin peligro". Una tocó mi pie — solamente se necesitó un contacto leve — y rapidamente penetró el calcetín y se metió dentro del zapato. Se sentía como si hubiera pisado una astilla de vidrio roto. Tuve que sentarme en un tronco y quitarme el zapato y calcetín para buscar y eliminar la espina. Tomó tiempo; esa espina no se quería desprender.
Y por eso vi los pajaritos. Gorriones y petirrojos y juncos, mayormente, saltando y volando entre los tallos de las plantas de las dunas, ya viejas, secas o llenas de semillas. Otras veces, cuando he cruzado las dunas, voy aprisa, queriendo llegar a la playa. Y los pájaros se esconden, esperando a que la invasora desaparezca. Esta vez, habrán tenido tiempo para decidir que yo no formaba ningún peligro, y por consiguiente, volvieron a sus actividades.
No estaban, sin embargo, listos para permitir fotos: estos pajaritos viven a gran velocidad.
Fotos:
Un petirrojo, pastos y hierbas muertas de zanahoria silvestre.
Gorrión sabanero. Las plantas, creo, son Rumex sp.