Wednesday, July 24, 2024

Scruffy Jays and Whiskey Jacks

 Picture this. We're standing on the boardwalk at Paradise Meadows, surrounded by raggedy forest, half green trees, half lichen-wrapped snags.

Centennial Loop, Paradise Meadows.

We're behaving; we stay on the boardwalk, we walk sedately, stand quietly. And yet from every side, we're hearing loud complaints. Angry calls, annoyed comments about our invasion. We see nobody at first, then begin to notice quick flittings from high in one distant dead snag to the next; birds that immediately become invisible on their branches against the bright sky, from where they continue to scold us.

Eventually, one or two — they turn out to be Steller's Jays — perch where the light is better. For us, at least.

Scruffy Steller's Jay.

It's molting season, when birds replace their old, worn-out winter feathers with all new ones. Some do this gradually, but some, like the jays and crows, drop whole sections of feathers at once, leaving them ragged and scruffy for a while. And somewhat vulnerable; mallards and Canada geese lose enough wing feathers to become flightless.

Half-bald Steller's Jay.

So what were the jays saying? "Go away, we're not dressed for company!"? Or "We don't feel safe with you standing there right now"?

Junco, singing his heart out. He's got all his feathers: no worries, he says.

A couple of robins, watching us watching jays. The one on the right has the mottled breast of a juvenile.

An hour later, a couple of kilometres on, we came across a group of Whiskey Jacks (aka Grey Jays) mobbing a family with three kids carrying bird seed. We had been nibbling on sesame seed crackers while we watched dragonflies, and I still had half a package. I broke them in half and held one up; within seconds, a jay had come down and landed on my finger to grab the cracker. His talons were sharp; that first time, I jerked my hand away. With the rest of the crackers, I managed to hold still.

Whiskey Jacks are bold, bolder even than gulls, and hang around campsites or follow hikers begging for treats, any human food. They especially like peanuts or any seeds, which they will carry off to hide in the trees for a rainy day.

Waiting to see if I'm going to find more crackers in my pack.

(Audubon Magazine has a good article about molting birds. "Who wore it Worst? Behold the Awkward Glory of Molting". Go see.)
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Imagínate esto: estamos paradas en el paseo entablado de Paradise Meadows, en un bosque mixto; árboles vivos, árboles muertos cubiertos de líquenes.

Foto: el bosque al principio del Círculo del Centenario, Praderas de Paraíso.

Nos estamos portando bien; no salimos del paseo marcado, caminamos tranquilamente, no hacemos ruido. Y sin embargo, de todos lados nos llega un alboroto; quejas furiosas, reclamaciones, protestas contra nosotras las invasoras. Pero no vemos a nadie al principio; después de un rato empezamos a ver figuras que vuelan rapidamente entre los troncos distantes, para luego volverse invisibles otra vez entre las ramas y los líquenes, de donde siguen con sus regaños.

Por fin, unos pocos — y resulta que son los arrendajos de Steller — se detienen donde la luz nos favorece.

# 2 y 3: Arrendajos de Steller, con el plumaje desordenado.

Es temporada de muda, cuando los pájaros pierden las plumas desgastadas del año anterior y se visten de plumas nuevas. Algunos hacen la muda poco a poco, pero los arrendajos y cuervos cambian grupos enteros de plumas a la vez, lo que los deja como despeinados, desordenados, por un tiempo. Los patos ánades reales y los gansos Canadienses hasta pierden las plumas que necesitan para volar, quedando limitados a quedarse en tierra o agua hasta que las nuevas llegan a su tamaño normal.

Y ¿qué estarían diciendo estos arrendajos? ¿"Lárguense; no estamos vestidos para visitas"? O ¿"No nos sentimos muy seguros en este momento"?

# 4: Un junco, cantando feliz. Este pajarito tiene todas sus plumas. Anda sin preocupaciones. 

# 5: Dos petirrojos. El petirrojo a la derecha con las manchas en el pecho es un joven.

Una hora más tarde, a un par de kilómetros de distancia, nos encontramos con una bandada de arrendajos grises, Perisoreus canadensis; una familia con tres niños les estaban echando semillas para pájaros que traían en botecitos de plástico. Nosotras habíamos estado comiendo galletitas de semilla de ajonjolí mientras mirábamos las libélulas y todavía me quedaba medio paquete. Las rompí por la mitad y levanté un pedazo hacia las ramas donde se congregaban; en un instante, un pájaro voló a posarse en mi dedo y llevarse la galleta. Sus garras estaban bien afiladas; esa primera vez, retiré la mano con prisa. Con lo que quedaba de galletitas, pude aguantar sin moverme.

Estos pájaros son atrevidos, más aun que las gaviotas. Se congregan alrededor de campamentos, o siguen caminantes en los bosques, pidiendo alimentos; aceptan cualquier comida de los humanos. Les gustan, sobre todo, los cacahuates y otras semillas, los cuales se llevan para guardarlos en los árboles para tiempos de escasez.

# 6: Un arrendajo gris, esperando para ver si todavía me quedan galletas. Pero no, ya no.

(Hay un artículo muy interesante en la Revista Audubon sobre los pájaros en muda. Haz clic aquí.)

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