Black waters

Ma Nature is a messy housekeeper. Breaks things, drops them wherever, never picks up after herself.

Last week we had a smallish storm, with wind and rain. Nothing unusual for this time of year. However, I was down on the shore as soon as the worst was over to see what it had done.

Stories Beach looking south.

The waves had tossed up a long, deep mound of torn and broken seaweed and eelgrass. In one spot there was a knot of bull kelp all tied together, too heavy to budge and too tangled even to liberate one stipe.

As the waves, even tamed as they now were, approached the shore, they picked up more shreds of green stuff and a lot of black ooze.

Bringing in more goodies.

Look at that last wave, on the left. All that last roll was black. The white foam is a dirty yellow.

The mound of torn seaweeds stretches all along the shore along this beach. In spots it is up to a foot or more deep, and several metres wide. Where does it all go? Ma Nature isn't going to pick it up.

With time, it dries out, on top first, and turns a dark, dingy brown. If I step on it, trying to reach the sand lower down, my foot sinks; it squelches. It doesn't smell too good, either.

It doesn't look pretty, but turn over a handful, and a cloud of beachhoppers, small flies, and maybe a wasp or two rise into the air. They've been gorging themselves on rotting seaweed. And the pile has retained enough moisture to protect any small organisms until they work their way down into the sand beneath.

Eventually, it all dries up and blows up to the top of the tide line, and beyond, to fertilize the shore plants.

Trough between the last two waves.

Look at the difference in colour of the waves. Somewhere beneath the gull, the water is shallow enough to scour the sand and carry the mud inshore.

Come to think of it, Ma Nature is doing a pretty good job of cleaning the beach, after all.

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La Madre Naturaleza no es una ama de casa dedicada a la limpieza. Rompe cosas, las deja caer donde sea, no se preocupa si ahí se quedan.

La semana pasada hubo una tempestad, no muy fuerte; viento y lluvia, lo normal para esta temporada del año. Cuando se amainó el viento, fui a la playa para ver como había quedado.

Las olas habían aventado montones de algas y hierbas marinas, todas rotas en fragmentos pequeños, a lo largo de la costa. En algunos sitios, está más de un pie de hondo, y varios metros de lo ancho. Había un nudo grande de kelp mayor, todo enredado, tan pesado que no lo pude mover, tan amarrado que no pude liberar ni un tallo del kelp. 

Las olas, al acercarse a la costa, levantaban aún más materia vegetal, y además una buena cantidad de lodo: las olas se volvían negras, la espuma estaba amarilla, un amarillo sucio.

Y ahora, ¿qué le pasa? Mamá Naturaleza no más lo deja allí.

Con el tiempo. se seca, empezando por la parte superior. Se vuelve un color café oscuro, color de lodo. Si lo quiero cruzar para llegar a la arena de la playa, y planto el pie encima, mi zapato se hunde. Y chapotea. No huele tan bien, tampoco.

Pero agarro un puñado de esa masa podrida, y saltan al aire una nube de pulgas de playa, o sea anfípodos que viven arriba de la zona de la marea, muchas moscas chicas, y una que otra avispa, que se han estado comiendo, como glotones, las algas pudrientas. Y mientras, el montón retiene suficiente humedad para permitir a los animalitos atrapados abrirse camino hacia la arena debajo de todo.

Fíjate en el color de la última ola. Se ha levantado los fragmentos de plantas, y también el lodo, lo que la vuelve negra. Todo eso, lo va a depositar en lo más alto de la zona intermareal. Desde allí, cuando ya esté bien seco, se lo lleva el viento para fertilizar a las plantas que bordean la costa.

Ya que lo pienso bien, parece que Mamá Naturaleza si sabe lo que hace.